Este documento representa un síntesis de las reflexiones del equipo de Memoria Indígena en base a lo dialogado y las perspectivas y experiencias entretejidas entre todos los y las participantes del encuentro que realizamos en 2021. Con la gran diversidad de participación, reconocemos que ningún documento podría captar todos lo dicho o sentido en aquel espacio e invitamos a otros también a unirse en compartir sus reflexiones sobre el tema. Esperamos que este encuentro y este documento puedan seguir generando espacios para dialogar y crecer juntos y juntas en este camino y provocando a la iglesia de Abya Yala a escuchar a sus hermanas y hermanos indígenas.

El encuentro

Del 29 de septiembre al 1 de octubre de 2021, nos reunimos 27 personas para conversar sobre un tema del cual se habla poco en el mundo evangélico: Los (des)encuentros de la educación teológica y los pueblos indígenas. En el encuentro “Tejiendo la educación teológica con los pueblos indígenas,” convocado y organizado por Memoria Indígena en Rio Negro, Antioquia, Colombia, destacó la diversidad de los y las participantes. Hermanas y hermanos llegaron desde distintos países (12), naciones indígenas (9) e instituciones de educación teológica (11), de variadas tradiciones cristianas. Esta diversidad propició un espacio de diálogos significativos en los que penetraban los soplos del Espíritu poniendo a nuestras comunidades de diálogo en solidaria acción de escucha y palabra. La invitación a los participantes a tejer durante el encuentro con los hilos de colores en la apertura, en el escenario de las reflexiones y a la clausura del evento simbolizó que nuestras historias y experiencias por unos días, se entrelazaron cargadas de preguntas y desafíos. Al volver cada persona a su contexto, esperamos que se lleven algo de este nuevo tejido consigo. 

Desafiados por las horas y los días que pasaban inexorables, esta comunidad de diálogo tan diversa nos fue planteando encuentros y desencuentros considerados como reales oportunidades para aprender y crecer juntos en nuestro propósito concertado. Fue una invitación a pensarnos desde nuestras propias experiencias y sensibilidades, desde el fuero interno a la sanadora tarea de la autoreflexión. En ese lugar se dio la Comunión de hermanos y hermanas de realidades y contextos distintos que se otorgaban más de una oportunidad para compartir las alegrías, los anhelos y las esperanzas de sus comunidades o la simple y profunda amistad que nos une. Nuestra gratitud es profunda por haber sido todos y todas parte de esta comunidad que anhela la vida plena en términos de memoria, educación teológica, identidad, solidaridad, generosidad y servicio.

No concebimos a este encuentro como una oportunidad para despotricar contra la religión y educación cristiana occidental, sino como el inicio de un diálogo honesto y abierto que ha sido atrasado pero a su vez una iniciativa muy esperada. A continuación, dejamos un retrato del tejido de experiencias, ideas, desafíos, preguntas, dudas y sueños que compartimos, haciendo memoria de lo que vivimos y dialogamos para que podamos seguir caminando y tejiendo, invitando también a otros a contribuir el hilo de color a este telar donde se van acomodando las hebras para tejerlo juntos.

El telar del contexto

La necesidad de realizar este encuentro nace a raíz del caminar de Memoria Indigena con algunas comunidades de fe en el contexto de los pueblos indígenas de Abya Yala (América). Los talleres que ha realizado el equipo de Memoria Indígena dentro y fuera de los territorios ha generado reflexiones e inquietudes sobre la formación teológica y bíblica para indígenas. Las preocupaciones no se limitan a la falta de oportunidades, tal como solemos creer, sino también nos ha inquietado a preguntarnos ¿cuál educación y para qué de la educación teológica con las comunidades indígenas? Por otro lado, en este caminar hemos encontrado frustración de algunas iglesias indígenas con respecto a las ofertas de formación en los seminarios y capacitaciones en misiones. Muchas veces la inconformidad surge por seguir insistiendo el enfoque de ser iglesias al modelo de afuera y la brecha que se ha establecido para pensarse en una iglesia autónoma e indígena. Esto ha venido generando algunas iniciativas y replanteamiento de algunas comunidades de fe para desarrollar una propuesta más cercana a las realidades de su territorio y a las necesidades sentidas en la actualidad. Aunque la pregunta por la educación teológica en el contexto indígena carece de propuestas, las crisis invita a las instituciones y comunidades de fe a evolucionar el currículo teológico y el rol del educador, ya que hemos escuchado la frustración de profesores y maestras que nos cuentan de sus intentos de enseñar a indígenas desde su modelo educativo, generalmente carente de las cosmovivencias indígenas. Al mismo tiempo están los estudiantes indígenas, tratando de interiorizar conceptos sistematizados, quienes al regresar a sus comunidades muchos pasan por concluir que parte de la formación recibida no es contextual y por lo tanto dista de sus realidades particulares y no les ayuda a formar una iglesia o vivir un evangelio que conecta con su pueblo. También han existido pequeños brotes de esfuerzos donde algunas instituciones tienen el deseo de apoyar el desarrollo de liderazgo indígena cristiano, aunque no han hecho un trabajo autocrítico sobre el conocimiento y las pedagogías que ellos privilegian. Por eso, abrirse a pensar que la comunidad y la iglesia indígena también tienen algo que contribuir a la comunidad de aprendizaje cada vez es más distante. Desafortunadamente, muchas veces los seminarios parecen estar más interesados en proteger su propio territorio y propagarlo en otros espacios que estar dispuestos a recibir y a ser transformados en el encuentro con voces distintas como las de nuestras comunidades e iglesias indígenas. 

Entonces nos preguntamos, ¿cómo podemos generar experiencias educativas indígenas que apoyen, creando oportunidades para el aprendizaje y la reflexión indígenas en diálogo con el seminario y con la iglesia global? ¿Cómo sería proporcionar una educación teológica que provee un espacio seguro para que indígenas cristianas y cristianos desarrollen su propia voz teológica y liderazgo contextual, aprendiendo a reflexionar teológicamente desde sus contextos, construyendo puentes entre la iglesia indígena, su comunidad y la iglesia no-indígena y llevando a la iglesia local a comprometerse profundamente con su cultura y sociedad? 

En medio de estas preguntas, algunos hermanos indígenas en el encuentro subrayaron que no podemos quitar de la vista el motivo principal de estas preguntas y reflexiones: la proclamación y demostración del evangelio de Jesús entre los pueblos indígenas. La base en esta búsqueda necesariamente tiene que ser una práctica constante de escucharnos y aprender los unos de los otros sin olvidar que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables. 

Detrás de estas preguntas, vimos que hay varios elementos que tenemos que reconocer para considerar seriamente el tema. Uno de estos elementos es la importancia de reconocer las realidades complejas e híbridas de los pueblos indígenas y de las iglesias indígenas tanto internamente como en su relación con la sociedad dominante y su sistema educativo neocolonial. Aunque no lo abordamos directamente, varios nos dimos cuenta que para profundizar nuestro diálogo acerca de estas preguntas se requiere de un trabajo mucho más profundo pensando en las realidades sociales de las comunidades y de las instituciones de educación teológica. 

El punto de partida abunda para pensar una educación teológica desde las realidades indígenas, como temas de identidades e historias que han generado una preocupación al interior de las comunidades y desde el trabajo de Memoria Indigena. En esta conversación se reflejó el interés que tiene la iglesia indígena ya que en su contexto están negociando y discerniendo continuamente entre su fe en Jesús y su cultura o el lugar de la tradición ancestral—un proceso hecho más complejo por la historia de la imposición teológica, eclesiológica y educacional de la iglesia blanca europea y norteamericana cuyas formas de evangelización poco saludables que han creado mucho conflicto con las autoridades tradicionales, además de una crisis de identidad en muchos cristianos y cristianas indígenas. Estas realidades sugieren que el seminario necesite con urgencia una autoevaluación, tomando en cuenta las voces indígenas, examinando sus posturas y formas colonizadoras, y que también los mismos pueblos indígenas, y en especial la iglesia indígena, necesitan espacios para cuestionar e ir descolonizando su mentalidad y las teologías y prácticas heredadas.

Algunos participantes indígenas recalcaron que en la conversación sobre la interculturalidad en la educación teológica y en la iglesia tenemos que reconocer que la mayoría de los pueblos indígenas del continente han estado inmerso en entornos de la interculturalidad, es la esencia del ser indigena, en algunos casos por siglos. Se conoce bien a otra cultura a través de la experiencia de la vida diaria y no solamente por los libros. Por eso, el mundo occidental conoce muy poco de los pueblos indígenas mientras los y las indígenas conocen mucho mejor al mundo occidental. Los pueblos indígenas han buscado entender ese mundo, muchas veces a la fuerza, intentando conocer al otro, aprendiendo su idioma y aprendiendo a vivir en su mundo para sobrevivir. Entonces la conversación sobre la interculturalidad es más un desafío para los seminarios y a su vez una invitación a escuchar y aprender del otro.

Temas y desafíos que emergieron del entretejer

Empezamos con preguntas y el resultado fue generando más preguntas. La diversidad fue el lugar del diálogo y vimos la importancia de juntarnos desde diferentes contextos y expresiones de fe para no quedarnos aislados en nuestras islas ideológicas, teológicas, étnicas y culturales. Nos toca caminar, detenernos, sentarnos y escucharnos. En las conversaciones y presentaciones los hilos se entretejieron de diferentes maneras que nos hizo ver ciertos temas emerger de las diferentes observaciones de los y las participantes. 

Reconocernos
Uno de estos temas fue la importancia del reconocimiento mutuo, pero con la historia de la marginación, si no la exclusión, de las cosmovivencias, epistemologías y pedagogías indígenas de la educación es necesario empezar privilegiando las historias y los conocimientos indígenas. Las instituciones de educación teológica saben de la biblia y de los contextos culturales e históricos de los pueblos de la biblia, pero no conocen los contextos de los pueblos indígenas de sus propios países. También es necesario reconocer que se hace teología y se enseña teología de diversas formas más allá de solo la palabra escrita, formas como la oralidad, la danza, el canto, el tejido y otras artes que entreteje al indigena.

En este proceso de reconocimiento, nos moveremos hacia una relación de interdependencia, mutualidad, encuentro y escucha. Esta relación tiene que llevar a las instituciones más allá de tener un área o curso de estudio sobre indígenas donde la relación se queda en el “trabajamos con” o “hablamos sobre” los indígenas. Varias personas observaron que la relación histórica entre la iglesia y sus instituciones de educación y los pueblos indígenas ha sido de una sola vía: usan a los líderes e iglesias indígenas para sus propias metas evangelísticas o solamente los ven como un campo de misiones sobre lo cual deben actuar, o son personas que necesitan aprender “conocimiento bíblico” de las instituciones. Cuando algunos han hablado de inclusión o colaboración, muchas veces buscan incluir algunos aspectos o características indígenas a la misma hermenéutica y pedagogía de siempre sin realmente dejar que lo indígena transforme algo de la institución. 

Entrando en un diálogo que nos entreteje nos abrimos a la sensibilidad de cómo el otro percibe la palabra de Dios y cómo vive su fe. Esto no se trata solamente de invitar a unos indígenas a entrar el espacio del seminario, lo cual es importante y necesario, sino que tienen que ir a los territorios indígenas. En este encuentro fue muy clara la invitación para ir a los territorios, para conocer y convivir con nuestras hermanas y hermanos indígenas. Durante el encuentro sentimos que fue un llamado a trabajar en conjunto tal como fue la inquietud de una hermana indígena quien pregunto ¿realmente estamos preparados para hacerlo?

Interculturalidad
En este intercambio que entreteje cultivaremos nuestra capacidad de autocrítica. Como comentó un decano, escuchar a los pueblos indígenas ayuda a ver nuestros huecos y la hipocresía en la teología occidental. Partiendo desde el encuentro con el otro y nuestro reconocimiento del otro, nos permite criticar nuestros propios modos y pensamientos. Este proceso es lo que en la academia se ha denominado la interculturalidad. Reconocemos que la interculturalidad tiene sus limitaciones como concepto porque sale de la misma modernidad que critica, pero nos permite construir puentes entre mundos distintos. 

Con la mirada occidental tradicional, muchas instituciones educativas en la iglesia han visto lo intercultural como un mecanismo para llegar a transmitir al otro, pero en este encuentro vimos que más bien tiene que ser un punto de partida teológico en una actitud de agradecimiento y gracia. Es un proceso crítico que nos lleva a reconocer nuestra propia identidad en el encuentro con el otro. Es un proyecto liberador en intercambio creativo que nos lleva a considerar cómo construimos el conocimiento y la identidad y si seguimos este camino veremos cuánto nos necesitamos a la vez que nos transformará. Esta transformación exige que examinemos las dinámicas de poder en nuestras relaciones porque al final, no puede haber una relación intercultural de hermandad y sororidad si los que siguen construyendo y manteniendo los sistemas y criterios son de un solo lado. La pregunta es si las instituciones que históricamente tienen la posición de poder en esta relación están realmente dispuestas a ser cambiadas. 

Hablar en términos generales sobre la interculturalidad a veces es fácil, pues ahí podemos estar muy de acuerdo, pero observamos que tomar pasos concretos para andar juntos en una relación intercultural es mucho más complejo. Cuando consideramos lo que tenemos que hacer, seguramente habrá desacuerdos pero también acuerdos si es que podemos tomar una postura de humildad y gratitud con nuestros hermanos y hermanas. Cuando hablamos de lo que debemos hacer, dos temas principales emergieron: cómo entretejer una relación que habita la tensión entre lo local o contextual y lo intercontextual, y el tiempo que se necesita para realmente conocernos. 

La relación entre localidades
En medio de nuestros diálogos percibimos que existe la necesidad urgente de forjar una nueva visión teológica que es inclusiva y multidimensional pero que está profundamente arraigada y basada en la particularidad de las experiencias de los pueblos y las personas. 

Sentimos el anhelo profundo de nuestros hermanos y hermanas indígenas de hacer algo propio, de hacer teología y educar desde sus identidades y cosmovivencias, sus lenguas y pedagogías. La iglesia evangélica indígena en Abya Yala en muchos casos no ha tenido el espacio ni la libertad para desarrollar un pensamiento y teología propia, y menos una educación teológica propia. Si no creamos estos espacios, si no hacemos el trabajo de leer la biblia desde el contexto indígena y de leer la huellas de Dios en el mundo indígena, entonces no puede haber un diálogo verdaderamente intercultural en la iglesia ni en los seminarios. Sin la oportunidad de hacer teología propia y cultivar una comunidad de fe arraigada en la comunidad y la cultura, tampoco la iglesia indígena va a poder realizar una educación teológica desde, para y con los pueblos indígenas.

Pero también miramos cómo la iglesia y la comunidad indígena pueden fertilizar las instituciones de educación teológica y en la conversación miramos cuánto necesitan estas instituciones a las voces indígenas. Es cierto que la iglesia indígena también tiene mucho que aprender de la iglesia occidental, pero tenemos que reconocer que la iglesia indígena ha recibido una dieta constante del occidente, comúnmente con un toque colonial de supremacía, entonces el trabajo necesario para tener un diálogo intercultural y crear oportunidades para indígenas cristianos y cristianas a capacitarse en estas instituciones es que estas instituciones tienen que hacer un trabajo largo de escuchar. Como lo describió una hermana, necesitamos hacer una teología y una educación teológica que entreteje el hilo contextual/local, el hilo intercontextual/global y el hilo decolonial. La educación teológica en los seminarios e institutos bíblicos seguirá sirviendo la teología colonial si no puede reconocer la necesidad de cultivar una teología que entreteje con hilos que están hilados y teñidos en las experiencias y contextos locales de los pueblos indígenas y otras poblaciones silenciadas y marginadas. 

La pregunta entonces es cómo tejer relaciones entre comunidades e iniciativas locales que respetan la voz y el espacio de cada comunidad pero que también buscan dialogar y crecer juntos y juntas. ¿Cómo puede el seminario apoyar a iniciativas indígenas locales sin imponerse? ¿Cómo puede crear espacios de bienvenida donde estudiantes de teología de diferentes culturas pueden dialogar humildemente? ¿Y cómo caminamos juntos y juntas mientras nuestras comunidades cristianas indígenas buscan mirar críticamente su herencia de la iglesia occidental para poder construir algo propio?

El Tiempo
Al saborear la comunidad en este grupo tan diverso todos y todas nos quedamos con ganas de pasar más tiempo juntos y juntas. Algunas personas expresaron su deseo por más tiempo para dialogar sobre los conceptos y teorías como la interculturalidad y la descolonización. Otras querían más tiempo en los grupos pequeños de diálogo o tiempo libre para conversaciones más íntimas y para conocernos mejor. Este deseo de estar juntos más tiempo reflejó un sentimiento en el grupo que para realizar esta visión de una educación teológica indígena e intercultural tenemos que no solamente tomar más tiempo sino cambiar nuestra forma de ver el tiempo. Para escuchar al otro, se requiere tiempo, y más para buscar entenderlo. Para ir al territorio se requiere tiempo. Para aprender un idioma se necesita un buen tiempo. Mucha de la imposición del castellano en la iglesia indígena y especialmente en los centros de educación teológica se debe a una idea de que es una “pérdida de tiempo” intentar enseñar a todos en su propia lengua. ¿Por qué estamos tan apurados? ¿Qué puede ganar la iglesia de tomarse el tiempo para conocernos bien? ¿Cómo podemos mirar al tiempo desde la perspectiva de Dios? ¿O desde una perspectiva indígena? 

Tomar más tiempo, ir más lento, para conocernos bien y construir relaciones verdaderamente interculturales es una necesidad para nuestra tarea. Hay aspectos del sistema occidental de educación que necesariamente tendrían que cambiar para darnos el tiempo necesario para conocer al otro y ser conocidos y para descubrir a Dios en el otro y en la creación tanto como en las escrituras. La apertura a una teología o una espiritualidad más plural es un proceso de despertares y conversiones marcados por encuentros, y estos encuentros no pueden ser solamente en el territorio y los términos del seminario o la iglesia occidental. Algunos de estos encuentros pueden tomar más que una vida entera. ¿Estamos dispuestos? ¿Qué tendría que quitar o cambiar de la vida académica para realizar una educación teológica que toma el tiempo necesario para conocer al otro y dejar que el otro nos interpele?

Propuestas y desafíos para el camino

Pero como señalamos arriba, mientras que es fácil hablar en términos generales o hacer críticas de lo que está mal con la educación teológica para los pueblos indígenas, el trabajo práctico para realizar este tejido que soñamos no es tan claro ni sencillo. La larga historia de colonialismo y racismo en la iglesia, lo cual tristemente ha convertido el evangelio en palabra de muerte para los pueblos indígenas, significa que los procesos de descolonización de la educación teológica y cultivación de una educación verdaderamente indígena e intercultural es y será complejo. Tampoco habrá una sola respuesta o fórmula. Como vimos en el encuentro, hay muchos caminos que se puede tomar en respuesta a este desafío, pero estamos convencidos que lo que necesitamos es un entretejido que conecta estas formas para poder realmente florecer en la tensión entre el desarrollo de un pensamiento local/contextual y el diálogo y la educación intercultural. Necesitamos a indígenas con doctorados en las universidades y seminarios tanto como necesitamos a hermanas y hermanos indígenas que se queden en sus comunidades y se conviertan en especialistas del saber tradicional. Necesitamos procesos creativos de discipulado y educación teológica en los territorios con pedagogías propias. La iglesia necesita especialistas en las ciencias sociales y físicas tanto como teólogas y teólogos que pueden ayudarnos a atar lazos de amor y entendimiento entre mundos distintos. 

En el transcurso de nuestro encuentro, las personas ofrecieron varias propuestas para pasos concretos que pueden abrir espacios en los seminarios y en las comunidades indígenas para caminar juntas y juntos hacia esta visión y el desafío de repensar cómo podemos seguir encontrando puntos de convergencia entre tanta diversidad de pueblos indígenas y tradiciones religiosas. Aquí compartimos estas propuestas y desafíos para los seminarios y también para las iglesias indígenas.

Los seminarios e institutos bíblicos de nuestro continente tienen la tarea urgente de examinarse a sí mismos e identificar cómo han estado contribuyendo a la relación colonial entre iglesia y comunidad indígena. Una espiritualidad y una educación liberadora sería practicar una forma creativa de arrepentimiento por los pecados de sus padres y de sí mismos, y no debemos olvidarnos que estos pecados están más cerca a nuestros corazones de lo que nos gustaría reconocer. Alguna forma de colonialismo espiritual es una tentación constante de las instituciones de educación teológica. 

Al examinarse, las instituciones necesitan evaluar su forma de ser. ¿Qué tipos de enseñanza y qué conocimientos privilegian? ¿Cómo cultivar una comunidad de aprendizaje más intercultural donde estudiantes indígenas se sienten la libertad de pensar, hablar y actuar como indígenas? El desafío es que puedan ir más allá del presunto dominio del conocimiento del lenguaje occidental sobre el conocimiento y del lenguaje indígena para reevaluar las diferencias culturales y aprovechar estas diferencias para crear una nueva comprensión teológica, eclesial y política que reconozca la presencia de los pueblos indígenas y sus culturas dentro del Cuerpo de Cristo. Este desafío también requiere que las instituciones de educación teológica reconozcan las pedagogías indígenas (el canto, el tejido, la imitación y el aprendizaje en el camino, entre otras) y dialoguen con ellas. Tienen mucho que aprender de las pedagogías y teologías narrativas y vivenciales de nuestros pueblos indígenas.

Como observamos arriba, uno se conoce a sí mismo a través de conocer al otro, así que la necesidad de que el seminario se examine a sí mismo y se descolonice no puede realizarse sin el acompañamiento de nuestras hermanas y hermanos indígenas. Por lo tanto, la invitación al seminario para ir a los territorios indígenas es una de las propuestas más prácticas y a la vez desafiantes. Ir al territorio requiere primero un tiempo largo de escuchar y conocer las cosmovisiones y tradiciones y después buscar formas apropiadas de crear espacios para aprendizaje mutuo en el territorio. Y el trabajo en el territorio es una invitación tanto a profesores como administradores y estudiantes, un trabajo que no debe quedarse en el territorio sino que vuelve e interpela toda la comunidad de aprendizaje. 

Vamos al territorio porque una pedagogía indígena es experimental y si vamos a conocerla, no es solamente a través de libros ni invitados especiales. Pero no vamos solamente para recolectar historias orales o estudiar el idioma o conocer las artes de las sociedades indígenas. Todo esto es bueno y necesario, pero vamos porque tenemos que experimentar la vida en el mundo como nuestros hermanos y hermanas lo experimentan.

Otra propuesta implica el trabajo tanto de los seminarios como de las iglesias indígenas y es la necesidad de capacitar a líderes indígenas en la biblia y la teología en sus propios idiomas. Reconocimos en el evento que trabajar con los idiomas implica un trabajo mucho más largo y complejo, pero como observamos arriba, el deseo de hacer todo en el menor tiempo posible es una excusa sin mérito en el tiempo de Dios. Al largo plazo, la riqueza que se abriría al ver a nosotros mismos, al mundo, a la biblia y a Dios desde otras miradas será invaluable para toda la iglesia, sin mencionar que una capacitación en la propia lengua (y lenguaje, epistemología, metodología) cultivará iglesias indígenas más sanas y con identidad propia que dialogan mejor con sus comunidades.

Esto nos lleva a las propuestas y desafíos que nuestras hermanas y hermanos indígenas observaron para sí mismos. Una propuesta profunda fue la de crear una educación teológica desde lo que tenemos y lo que somos. En vez de estar viendo lo que no tenemos, comparándonos con lo que vemos en otros lados, tenemos que partir de lo que hay y quienes somos. Esto también implica ir más lento, pues mucho de lo que algunos líderes quieren son los recursos para hacer las cosas al mismo ritmo acelerado que sus hermanos del norte. Pero más allá del tema del tiempo, implica redescubrir las riquezas de la espiritualidad, sabiduría, conocimiento y memoria que contienen nuestros pueblos.

La iglesia local en cada comunidad necesita hacer un trabajo de conocer lo que están haciendo dentro sus comunidades para educarse teológicamente y formarse espiritualmente. Tenemos que cuestionar si lo que estamos haciendo trae vida o muerte a nuestras iglesias y nuestras comunidades, si nos ayuda a vivir nuestra fe desde lo que somos o no. Y tenemos que celebrar lo nuestro y reconocer las riquezas que podemos aportar a la iglesia global. En nuestra educación tenemos que aprender a realizar procesos de investigación en, con y desde las comunidades que sirven nuestras propias necesidades y contestan nuestras preguntas. No podemos quedarnos contentos con simplemente traducir lo ya hecho en otros lados. 

Hay que producir lo propio. Esta producción sirve primeramente a nuestras comunidades, pero también puede servir como insumos para ir entretejiendo nuestro pensamiento y caminar con nuestros hermanos y hermanas no-indígenas. Si queremos que ellos vengan a nuestros territorios y dialoguen en nuestros términos, una manera de entrar en sus espacios es publicando materiales que pueden leer y estudiar con nosotros y nosotras en un aprendizaje colectivo y comunitario. 

Lo que ofrece lo indígena a la Educación Teológica tradicional occidental
Entre las ideas, propuestas y desafíos que compartieron los y las participantes, reconocimos algunos temas o áreas específicas donde los pueblos indígenas y las iglesias indígenas pueden aportar, criticar y enriquecer la educación teológica como se ha realizado y se realiza hoy desde un contexto eurocéntrico. En este encuentro no entramos en profundidad en estos temas sino reconocimos su potencial y que falta hacer un trabajo de diálogo, práctica e investigación profunda en cada una de estas áreas. Aquí están algunas de estas sugerencias:

  • Metodologías de investigación: El seminario tiene mucho que aprender de las pedagogías y metodologías de investigación y aprendizaje de los pueblos indígenas, lo cual puede enriquecer mucho los procesos de hacer teología y de leer la biblia y la sociedad. Además, el seminario necesita realizar un trabajo más serio de considerar el tema de la ética y los protocolos culturales al trabajar investigaciones con pueblos indígenas. 
  • Las posibilidades y retos de la contextualización de ritos y tradiciones.
  • La percepción de la interconectividad e interdependencia de la vida y todo lo creado y la inseparabilidad de “lo sagrado” y “lo secular” en las cosmovivencias indígenas tienen mucho que aportar a la tarea teológica cristiana. 
  • De igual manera, la hermenéutica narrativa y vivencial de los pueblos indígenas es un aporte grande que contrasta con la forma occidental de separar las cosas para conocerlas.
  • La misma sabiduría, oralidad, símbolos y rituales de los pueblos pueden enriquecer mucho el pensamiento y la vida cristiana si el seminario y la iglesia pueden perder su miedo de todo lo que no tiene origen europea. 
  • La teología indígena es práctica, cercana, no mira los grados y jerarquías, y por lo tanto ofrece una crítica muy necesaria a la iglesia occidental y sus estructuras rígidas de poder y autoridad. 

Preguntas

Muchos de los desafíos que escuchamos nos llegaron en forma de pregunta. Como este encuentro fue un intento inicial de dialogar sobre este tema, esperábamos irnos de este lugar tal vez con algunas cosas más claras pero más que todo generando más preguntas. El desafío ahora es vivir con y en estas preguntas y seguir tejiendo juntas y juntos y descubriendo otros hilos que se incorporan al considerar estas preguntas con más tiempo y en nuestros contextos distintos. Mientras seguramente nuestros participantes llevaron consigo muchas otras preguntas, aquí compartimos algunas de las preguntas que escuchamos:

¿Qué tan listos estamos para realmente escuchar y conocer al otro?

¿Cómo los sistemas actuales nos limitan? ¿Cómo nos favorecen? ¿Debemos buscar oportunidades alternativas o trabajar con/dentro de los sistemas? ¿Necesitamos acreditación si limita un encuentro intercultural realmente creativo y crítico? ¿O si buscamos una formación espiritual y teológica más significativa/generadora, debemos hacer algo más subversivo, fuera de los confines de la academia occidental? 

¿Cómo podemos pensar en currículos y modelos pedagógicos, teniendo en cuenta la sabiduría y prácticas de las comunidades indígenas y lo propio de las instituciones académicas? La cuestión de lo simbólico, las narraciones, lo transversal… ¿es posible pensar en modelos de educación teológica desde esos lineamientos?

Al escuchar todo esto de descolonización e interculturalidad, ¿dónde queda la tarea de seguir compartiendo la palabra de Dios? ¿Cómo lo hacemos? ¿Qué exactamente estamos compartiendo? ¿Cuáles son los límites de la desconstrucción que buscamos como personas que buscan descubrir el rostro plural de Dios? ¿Hay algo que se mantiene, aún cuando mucho se mueve?

¿Qué procesos podemos iniciar para que el involucrar a los indígenas en la producción teológica no se convierta en un instrumento de las instituciones?

¿Cómo manejarnos en situaciones que son distintas a lo que estamos acostumbrados, cómo caminar con una iglesia de expresión distinta?

Conclusiones y sueños para el futuro

Lo que distinguirá una educación teológica para, con y desde los pueblos indígenas y en diálogo con las instituciones de educación teológica será su insistencia en que la ubicación social e histórica es lo que orienta y fundamenta la teología y también que las pedagogías y sabidurías indígenas tienen mucho que contribuir a la teología cristiana y la iglesia. En la educación teológica y en la práctica necesitamos a teólogas y teólogos e iglesias, indígenas y no-indígenas, que hacen conexiones críticas y creativas a las complejas dimensiones de la experiencia humana en contextos locales. Necesitamos empezar entonces yendo a los territorios de nuestros hermanos y hermanas indígenas y escuchando. Y necesitamos reconocer no solamente que los pueblos indígenas tienen mucho que decir a la iglesia y al seminario sino que también si queremos ver una iglesia indígena que florece–si queremos ver una iglesia mundial que florece–tenemos que enfrentar la realidad de una fe, una teología, una iglesia, y un seminario que tienen muy poco o a veces nada significativo para decir frente la realidad de los pueblos indígenas hoy. 

Queda mucho trabajo para crear un tejido más completo, pero sobre todo estos procesos tienen que estar basados en el amor. Cuando está basado en el amor y no en el deseo de controlar o en solamente una curiosidad, el deseo de conocer al otro nos lleva a una comunidad de verdad y justicia que nos involucra en relaciones más mutuas, interdependientes y responsables. Estos procesos también demandan que tengamos una espiritualidad que nos anima a aceptar la diversidad y el conflicto, tolerar la ambigüedad, y abrazar la paradoja, sin miedo del otro. No es un camino fácil, pero es necesario si realmente tomamos en serio nuestra fe y la unidad del cuerpo diverso de Cristo. Confiamos que si seguimos el modelo de amor que Jesús nos mostró y si nos cedemos al movimiento del viento del Espíritu del Creador, esta Ruah nos guiará hacia el buen sueño de Dios para su creación.