La siguiente reflexión fue producto de la experiencia de nuestra amiga y hermana, Juana, cuando visitó el territorio del pueblo Ikun (Arhuaco) en la Sierra Nevada de Santa Marta y dialogó con hermanas y hermanos indígenas de 6 etnias del norte de Colombia cuando se reunieron para dialogar sobre su realidad y la responsabilidad del indígena cristiano y la indígena cristiana.

Por Juana Condori Quispe

La creación, un templo sagrado 

Caminar entre las hojas caídas y los árboles frondosos rumbo a las corrientes de un pequeño riachuelo, sería el inicio de un tiempo profundo de gratitud. Uno trás otro continúa el camino trazado por el guía José Mario. Se dejan ver domos de piedras que han sido parte de estas corrientes por incalculables tiempos, pero que nos acogen y son amigos a la hora del descanso. Sentados nuevamente en medio de la creación nos hace parte de su misterio y su cuidado amoroso, de la revelación maravillosa de su amor por la humanidad. Aquí iniciamos nuestras reflexiones solidarias en relación al sustento de nuestras comunidades, nuestros proyectos de vida, nuestros anhelos y los sueños en medio de los desafíos de ser indígenas cristianos y a la vez conocer de cerca las necesidades de nuestras comunidades.

Relatar, escuchar, sentir al calor de la casa

¿Cómo generar bienestar de una manera integral? Maneras en las que gocemos cuando no haya hambre en la comunidad y se genere alimento en casa como lo señala una hermana Wayúu. Dios nos invita a hacer y ser sal buena señala uno de los participantes tras haber sanado del cuerpo y del espíritu. Seamos distintos y sencillos en testimonio para glorificar a Dios, concluye el hermano José Mario. Una manera que nos ayude a mirar la necesidad de las familias, reflexionando con la biblia y sembrando, dice el hermano Mario, quien indica que su comunidad ha sido siempre bendecida. Una que fortalezca la identidad, los ingresos, pero que también genere nuevamente hábitos de trabajo familiar y solidaridad, dice la hermana Zarin. Una que nos ayude a restaurar nuestra lengua, insiste la hermana Berta. Una que nos ayude a dejar de depender del gobierno sentencia el pastor Vicente y nos permita seguir trabajando en casa hablando nuestra lengua, tal y como Josué 24:15 declara. De no reflexionar a tiempo posiblemente estemos lamentando, declara la hermana Leonora. Sentir la familiar aleja el miedo confesó la hermana Marina, para finalmente la hermana Wendy reclamar a los padres que ya no transmiten su lengua. Sí, somos una comunidad pensando, hablando, reflexionando, tejiendo y caminando juntos.

Las relaciones que se establecen en la comunidad sobre la tarea de cultivar, tejer y hablar tienen estrecha relación con la escuela “de la vida y para la vida”. Es decir que los conocimientos pasan de generación en generación a través de estrategias que usan las familias para involucrar a los hijos en estos procesos sin que en ello medie los mismos recursos como la escritura que es fundamental en otras culturas. Las actividades hacen a las relaciones sociales y están ligadas a las prácticas educativas de la comunidad y los núcleos familiares. No siempre se trata de capacitación, o de educación regular escolarizada, de ahí que los sentimientos de nuestras y nuestros caminantes enfaticen sus preocupaciones.

En el territorio hay una construcción social de conocimientos que circulan pero que nos son explicitados como un producto del saber colectivo y la actividad cotidiana, a veces pueden no ser del todo significativos para las generaciones más jóvenes y menos para los que están arraigados a una sola comprensión de la realidad, simplemente tienen sus propias construcciones, un ejemplo es el concepto que manejan sobre “producción”. En el caso generalizado de la mirada externa occidental, la producción cae bajo un concepto muy restringido y que puede estar calando en la mente de los que están más expuestos a la cultura dominante.

Domingo junto al río y en Pueblo Bello

Es domingo, y emprendemos nuevamente el camino juntos, unos atravesando un río caudaloso y otros caminando un sendero sinuoso. Percatados de la imposibilidad de partir a Pueblo Bello, iniciamos nuestra reunión de gratitud junto al río, en medio de cantos, oraciones y lecturas bíblicas. Escuchamos atentamente las palabras llenas de esperanza que producen el intercambiar ideas y pensamientos de nuestras distintas realidades, permitirnos conocer la visión de nuestra fe desde la cultura y nuestros desafíos en comunidad. Crecer juntos en el camino es la premisa, con la certeza de Dios haciendo su obra en cada lugar. Identificar las vivencias de nuestros pueblos, identificar los aportes de nuestras culturas al bienestar de la comunidad, construir un sendero en el que la justicia es del Reino.

Han sido abiertas las puertas al evangelio en Pueblo Bello, comunidad donde se halla la planta de elaboración del sacha inchi gracias a Diego, hermano ikun que estudió enfermería y quien tuvo que decidir entre ser trabajador de salud o ser un guarda espiritual. Ganándose la confianza de los amigos y pobladores de la comunidad se inició como docente impartiendo clases entre los niños y niñas a quienes han compartido la fe en Jesús. Como lección de su caminar recomienda abrazar y querer sin distinción de creencia al prójimo. Con todo y su recorrido en el mundo de los bunachi ha conservado con dignidad su manera de ser, vivir, y sentir ikun, arhuaco. Ante la mirada atenta de sus hermanos y hermanas, Diego emana respeto, confianza, y liderazgo, y a ello se suman un importantísimo bagaje de conocimientos escolarizados y académicos. De esta manera son plenamente consolidados en las organizaciones indígenas los liderazgos, sin que por ello hayan perdido un espíritu propio. El reconocimiento de un líder está en torno al servicio y al grado de compromiso con su pueblo, sus luchas y sus anhelos de mejores días y este es uno de los anhelos que Diego testimonia.

Relaciones económicas, cultura, fe y resistencia

Aquí en Pueblo Bello, se han revitalizado las formas de organización local que combinan de manera desafiante la economía modernizante y la de la comunidad local. Aquí los arhuacos despliegan su creatividad y elecciones con el corazón, enfrentándose a fuerzas poderosas como el sistema capital de mercado y la economía global, pero valiéndose del poder de Dios confían con esperanza. Desde aquí promueven sus estrategias, y procuran sus medios de subsistencia familiar y comunal, dentro de una dinámica compleja de relaciones sociales, tejiendo cada día las estrategias y relaciones económicas como la suma de dos realidades que luchan por quedarse y las que se ve como recurso para la subsistencia en sus comunidades. Nuestros hermanos y hermanas han producido y tejido dentro de las posibilidades territoriales ancestrales y las que se presentan contemporáneamente. Se evidencia que muchas familias de la región poseen una vivienda complementaria en Pueblo Bello que ha hecho posible su vínculo con la comunidad externa, aun siendo un territorio ancestral.

Existe un nexo muy particular, y al que todas las comunidades están dispuestas a aceptar, se trata de la formación de sus hijos e hijas en centros de formación del estado, que es un factor externo al grupo social y que sin embargo imprime normas y pautas de comportamiento a las generaciones más jóvenes con serias desventajas en relación a los conocimientos y saberes elaborados en sus comunidades. Pese a los resultados desafortunados, se ha mantenido su cultura, su manera de ser Ikun, con roles específicos a los que la comunidad respeta y se adapta generando oportunidad y lucha diaria.

Las comunidades Ikun son verdaderos movimientos por la vida, siembran, velan los cultivos, cosechan sabiamente en su tiempo, cuidan los productos de la tierra, miran los mensajes que envía el territorio, aportes profundos al sistema de vida. Existen conocimientos que han declarado que existen rasgos económicos que solo se dan en pueblos pequeños, mientras otras se vinculan con poblaciones más grandes refiriéndose a la economía global. En este entendido los desafíos de nuestras comunidades arhuacas parecen ir contra toda inclinación explicativa de lo que implica ser parte de estos procesos locales orientados al mundo, más allá de las visiones utópicas.

Vamos poniendo a prueba nuestra fe a partir de nuestro hacer, trabajar, develando los egoísmos contemporáneos y el individualismo de las leyes que se lanzan en nuestros países contra colectividades ajenas a los acuerdos en las que se juega el destino de miles de comunidades empeñados en preservar el espacio que los nutre espiritual y materialmente. Los hermanos y hermanas Ikun invitan, a partir de su vivencia, retomar con fuerza el camino de la identidad y sus elementos primordiales en las que se revela el amor de Dios por nuestras comunidades. Este retorno al camino se activa como un contrapeso al principio dominante del utilitarismo y sus manifestaciones mercantiles por las que estamos rodeados. Restaurar los senderos en los que los modelos propios que son accionados por las ayudas mutuas, las reciprocidades y las generosidades sean siempre el corazón de nuestra subsistencia, más allá de los enfoques economicistas del mercado generalizado.

Imponer mecanismos y principios de mercado en escala global es una de las tendencias de nuestros días. Se sostiene que una economía basada en tales principios es posible sólo para aquellos que están listos a liberarse completamente de sus tradiciones e inclinarse a la búsqueda del beneficio económico a costa de la gama completa de las obligaciones sociales y morales de una comunidad. A menudo se trata de imponer una elección radical entre libertad individual y solidaridad colectiva, donde las relaciones en los niveles privado y colectivo deben ser mutuamente útiles. Si una parte no tiene nada tangible que ofrecer, la otra no tiene ninguna razón para continuar la relación vista como desequilibrada. Esta manera de pensar, para el bien hacer de la comunidad, acaba siendo considerada interesada, hasta cínica, sin embargo para el espíritu contemporáneo del utilitarismo es casi connatural.

Desde la universalidad de la economía de mercado se crea un complejo cultural sumido en la idea de que la vida humana, si ha de ser plenamente vivida, no puede estar restringida o tener límites en poseer todo lo que se desea. Para producir resultados de esta naturaleza en medio de nuestras comunidades se ha visto la manera de expandir sus postulados, debilitando aquello que se considera un obstáculo, nuestras diversas redes y sistemas de solidaridad, fraternidad y que involucran nuestra amplia gama de generosidades acompañadas de rituales, creencias y mitos o la sencilla acción gratificante del dar y el recibir y el tener gratitud por ellas acorde a nuestros postulados de fe.

Por otro lado, se ha notado interés por los estados de mediar el movimiento económico en nuestras comunidades. En estas instancias se liberan una serie de medidas administrativas que también van minando las solidaridades. Un individuo interesado en sí mismo es reforzado para actuar plenamente dentro de la esfera del mercado, de alguna forma el estado y sus políticas de gobierno recrean una forma diferente de ser parte de la economía y su paradigma puede o no colaborar en tener una economía local con identidad. Abandonar a las comunidades indígenas en un plano subordinado social y económicamente parece no preocuparles demasiado.

Una luz no se puede esconder

Escuchar atentamente el recorrido, los avatares y los logros en la voz de Diego hablan de un camino lleno de fe, constancia y trabajo. Consolidar una asociación indígena, organizar a los productores de sacha inchi, establecer mecanismos de participación de sus afiliados, contar con recursos para su funcionamiento, gestionar políticas y estrategias institucionales ante las instituciones públicas y privadas, gestionar y administrar recursos externos destinados al proyecto, gestionar una variedad de yogurt con sacha inchi para consumo local, trabajar estrechamente con los inversores en el sector requiere determinación y un gran compromiso social.

Una transición, puede significar una luz que alumbre, si ella colabora en el fortalecimiento de la comunidad. Es de interés la formulación de un “nuevo medio ambiente ecológico cultural” iniciado por la introducción del sacha inchi, en tierras sagradas arhuacas. Los espacios tradicionales de cultivo posiblemente se vieron progresivamente transformados, incidiendo en la práctica cultural de los hermanos y hermanas ikun. Este evento desde luego nos ayuda a ampliar nuestra comprensión de los cambios que producen la práctica tecnológica en base a sus modelos ecológicos culturales propios, las relaciones ideales entre la sociedad comunal indígena y su ambiente biofísico.

La experiencia del sacha inchi vislumbra la fuerza creativa ancestral de realizar el manejo de un máximo de pisos ecológicos en la subsistencia de las comunidades. Por otro lado, considerando la plantación, puede ser un aporte la manera como esta hace posible la mejora de los ingresos en los miembros de las comunidades no sólo estacionalmente sino de manera permanente. No obstante, y más allá de nuestras consideraciones, un proyecto de esta magnitud debe tener un fin solidario y espiritual cuya finalidad debe llegar a nutrir a sus pobladores locales.

Lo común en todos los relatos de este tiempo, en nuestro acompañamiento en comunidad, es la caracterización de la ayuda como incondicional y el fortalecimiento de nuestros propios sistemas de solidaridad, considerando a las personas necesitadas, a las situaciones concretas, a los momentos oportunos de colaboración. Empero la ayuda moderna ha transgredido este concepto ancestral de la comunidad, la ayuda moderna es calculadora y es más probable que se guíe por un cuidadoso cálculo de la ventaja propia. Estos son los procesos complejos que el indígena y a la vez cristiano debe de gestionar y manejar con sabiduría para no dejar de ser esa luz que alumbra y no se esconde.

A diferencia, en el mundo de las macro empresas no se concibe el apoyo en el trabajo con tal “sensibilidad.” Para ellos producir es almacenar y sacar provecho bajo el nombre “rendimiento máximo,” por lo que el prójimo pasa a ser un recurso, no un componente más de la comunidad. El “dueño” jamás tendrá un contacto directo, su tarea es solo armonizar el conjunto de todas las actividades, donde el punto de arranque es el supuesto de una diligencia incesante, progreso constante, producción de bienes materiales, la ininterrumpida conquista de la naturaleza, la reestructuración del mundo en procesos previsibles, tecnológica y organizacionalmente manipulables, que produzcan automática y simultáneamente las condiciones de la prosperidad de la región con cierta especialización y comercialización.

La imagen positiva de la tecnología, el progreso, el desarrollo se ha asentado firmemente en la mente de las personas y los líderes de distintos proyectos que van orientados a las comunidades indígenas. Las consideraciones sobre los impactos y transformaciones culturales que producen parecen no ser traumáticas desde la mirada de los agentes de dichos proyectos. Aunque, también, es evidente que nuestras comunidades enfrentan una cultura económica diferente y hasta desconcertante, pero han aceptado plenamente el diálogo del bienestar material que proponen.

El camino de retorno

Al respecto, nuestra reflexión debe nuevamente convocar sabiduría y discernimiento. Mediante la “ayuda para el desarrollo” tecnológico, más conocida como asistencia técnica de los países industrializados, representados por máquinas que conquistan nuestras culturas desde dentro, nos obligan a absorber gradualmente una extraña ética de trabajo, o a subordinarse completamente a ritmos de tiempo desacostumbrados, a valorar más las relaciones objetivas que las relaciones humanas de hermanas y hermanos, a vivenciar una presión creciente, estimarla normal y aceptar trabajos sin considerar motivación ni el significado de los procesos de aprendizaje. Este tema es crucial si defendemos la vida, Jesús como ejemplo es la verdad y la vida y seguir sus huellas nos invita a repensar procesos como estos que tienden a deshumanizar nuestras relaciones dentro de las distintas comunidades que conformamos.

La llegada de innovaciones tecnológicas y su adopción por los indígenas/ campesinos forman parte de ese proceso en el que los territorios se integran en la vida nacional. Un proceso integrador que está repleto de cambios inquietantes con significados socioculturales y políticos que ocurren cuando lo moderno y lo ancestral se combinan tanto con la tecnología de estilo gerencial occidental. Aquí emergen preguntas que tienen que ver con nuestras propias formas de vida actuales, las relegadas y las otras que hemos olvidado y que en su tiempo fueron parte de nuestra subsistencia.

El tejer, sembrar, criar, cuidar nuestro sustento en nuestras comunidades, continúa siendo una alternativa viable al desarrollismo mercantil desenfrenado. Vamos ejercitando una reconsideración drástica de nuestros principios y valores culturales que vayan regulando el pensar en el otro, el sentir por el otro, regenerando así la secuela de valores espirituales que estamos viendo progresivamente eliminarse. Una canasta de comida familiar para todos, una bolsa que seguir tejiendo a pesar del desánimo de otros, insistir en nuestros emprendimientos que generan los sagrados alimentos reales bendiciones de aquél en el que hemos creído nos animan en el camino donde la compañía de un Dios caminante es testigo de nuestro crecer juntos.