Por Jocabed R. Solano Miselis
Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas. Y María les respondía: Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido; ha echado en el mar al caballo y al jinete.
–Éxodo 15:20-21
“La abuela cantaba en la hamaca a su hijita, cantaremos para no morir”
Cada 25 de febrero el pueblo gunadule conmemora la revolución gunadule de 1925. Cuando el gobierno colonial panameño, en miras del llamado “desarrollo,” decidió seguir una política opresora en contra de aquellos que según ellos no permitían tal “desarrollo” decidió que como indígenas los gunadule que eran salvajes y tenían que “civilizarlos.” Los policías obligaban a las mujeres a despojarse de las prendas que utilizaban en los brazos y piernas, los winis, las forjaban a quitarse el olasu (argolla de oro) de la nariz, se las obligó violentamente vestirse con el traje que traían los policías. Nuestras hermanas gemían por el maltrato de los policías. Se nos prohibía hablar nuestra lengua, practicar las ceremonias, incendiaron nuestras casas, profanaron las tumbas y tomaron las pecheras de oro de los cuerpos de las hermanas y mataron con sus armas a nuestros hermanos. Todas las comunidades sufrían este hecho violento hacia nuestro pueblo.
Entonces nuestro pueblo decidió levantarse para luchar contra el sistema y los policías, recordaron los cantos ancestrales y la lucha de nuestras ancestras y ancestros quienes en época de la conquista también lucharon y resistieron a la conquista. Recordaban a Ibeler y sus hermanos (líderes gunadule contados en los cantos orales). Oraban a Nana y Baba (Mamá y Papá) nombre que nuestro pueblo le da Dios. Y su oración era constante, clamando a Dios. Se reunieron y crearon las estrategias. Las abuelas se prepararon también para vendar las heridas, y ayudar en los preparativos. En el mes de febrero en Panamá se celebra generalmente los carnavales, así que los policías al celebrar esta fiesta imponían sus músicas, bailes y tomaban mucho licor. La comunidad en su estrategia dejó que los policías lo celebraran. Y cuando estaban festejando, los atacaron. Estas memorias están atravesadas por la participación de las personas que vivían en las comunidades. Quiero compartir un relato escrito en honor a una niña que contribuyó con la bandera, símbolo de resistencia de la lucha de la revolución de 1925.
Revolución Dule: Tiene rostro de niña, tiene rostro de mujer
Nunca olvidaremos este sonido. El sonido del morbeb (caracol) de un 25 de febrero de 1925. Rostros pintados con nisar (achiote), en señal de lucha. Los urigan (guerreros gunadule), estaban listos para defender nuestra identidad. ¿Cómo olvidar aquel día de febrero de 1925, cuando nuestras abuelas y abuelos resistieron a las amenazas del gobierno colonial de arrebatarnos lo que por siglos habíamos cuidado: nuestra dignidad?
En un lugar oscuro en una comunidad gunadule, se escucha la voz de un policía: “No hablen en su lengua, no se vistan con mola (arte y blusa que usa la mujer gunadule), no practiquen sus ceremonias. ¡Es hora de que el salvaje sea civilizado!” Pero justo a esa misma hora se escuchan otras voces que decían: “Es tiempo de recordar nuestros relatos, los de aquellos guerreros que desde la época de la conquista han luchado por conservar nuestra identidad.”
Y mientras los hombres se preparaban para la batalla en una choza gunadule, una niña de once años confeccionaba la bandera de la revolución dule. ¿Quién se imaginaría que el arte de esta niña, sería el símbolo emblemático de la lucha de la nación gunadule? Mientras las mujeres y los hombres gritaban: “¡Que viva la revolución dule de 1925! ¡Waga Ebingili!”, María Colman gritaba en su mente y corazón a través de su arte “¡Que viva ese día, el día que jamás olvidaremos!” Aquella niña se unió al canto de nuestras abuelas y abuelos, para recordarnos que nuestra Revolución Dule también tiene rostro de niña, tiene rostro de mujer.
Me imagino a María la profetisa y a todas las mujeres con este mismo sentimiento de aquella niña, de las mujeres gunadules quienes al ver como Dios los liberó de la explotación, violencia, la conquista, colonialidades del imperio. Sus cuerpos manifiestan la danza de la liberación, el canto de la libertad. Ella cantó, la pandereta sonó y retumbó como voz de Dios en el corazón de la comunidad que vio las memorias y proezas de su libertador. Cuerpos liberados danzaron, las mujeres danzaron, los sentidos expresando el movimiento de la Ruah en ellas. Es ese soplo de La Espíritu que se mueve que nos emancipa de aquello que quiere esclavizarnos. Y cuando el cuerpo se mueve y toca el piso, junto con la Tierra estremece la alabanza al Dios de la libertad. No se dice mucho de ellas, pero aún el silenciamiento en los relatos de la participación de la mujer, no pudieron ahogar este símbolo de la libertad.
Un espacio muy importante que ocuparon las mujeres en ese periodo previo a la configuración de la teocracia judía fue el espacio religioso. Las fuentes epigráficas y arqueológicas sustentan las funciones de las mujeres en estas áreas. María canta, su himno precedido al de Moisés, quizás todo el himno fue cantado por mujeres.
Del silencio de los relatos bíblicos muchas veces se hacen en relación con la participación de la mujer en aspectos de liderazgo. Pero todo canto que sale del corazón que ora a Dios no será silenciado jamás, aún los anónimas porque el creador, la creadora, lo devolverá como resistencia y fuerza para las nuevas generaciones de mujeres quienes recordamos las memorias de nuestras ancestras. Unidas al círculo del tejido de la sororidad.
Los ritos, las ceremonias, las danzas en las culturas indígenas son símbolos que muestra el corazón del pluriverso de un pueblo, mantienen la identidad de los pueblos sin ellos, no hay preservación de la vida de una nación, no hay preservación de la vida. Cantamos con María, cantemos con las hermanas gunadule, con las mujeres indígenas:
Somos hijas de la nación gunadule
Somos hijas de Abya Yala,
Tierra salvada
Amada por Nana y Baba
Tierra madura, Tierra de sangre
En nuestras venas llevamos la resistencia, la danza, el canto de nuestras abuelas.
Nana y Baba nos dieron vida
Cantamos desde que nacemos
Las abuelas nos cantan y su canto se une con la de la Gran Madre.
Al nacer cantaron es niña y la comunidad celebró el nacimiento de una mujer envuelta con el misterio y gracia de la sabiduría de Mamá y Papá.
Envueltas en capa de sabiduría, momoll, metamorfosis de la vida.
Nuestro lamento por la espada de los conquistadores se convirtió en canto
Cuando el sol se volvió sangre
Y los gritos de nuestras abuelas y abuelos se escucharon
El cielo trono
LLuvia cayó
Y la Tierra se estremeció
El río creció
Y se llevó el cuerpo de los malvados
Nuestro llanto se transformó en canto
Danza, nuestros cuerpos liberados, unidos con la danza de la Tierra
Hicimos nuestros ritos, las mujeres celebraron las ceremonias
Nos vestimos con nuestros mejores atuendos
La mola, el wini, el olasu desfilaron triunfantes.
Nos unimos al canto de las mujeres
Somos hijas de la Gran Madre
Corre en mi ser la sabiduría que pasaron de generación en generación a través del cordón umbilical la virtud de las mujeres. Somos sobrevivientes de las memorias de terror, Somos las hijas de Dios.
Los jinetes y los caballos han arrojado al mar.
Las espadas del conquistador fueron quebradas por la lluvia frondosa en el Abya Yala.
El canto de las mujeres, de las mujeres indígenas, de la mujer gunadule, el canto de Miriam no será silenciada, jamás, la divinidad que tiene rostro de mujer nos ha liberado.