Por: Rafael Mansilla
Nada pueda separarnos del amor de Dios que él nos ha mostrado a nosotros por Cristo Jesús, nuestro Señor. Ni la cultura dominante ni su teología.
Quiero compartir lo que el Señor me mostró al leer el siguiente pasaje (Hechos 10. 34-3):
Pedro entonces comenzó a hablar, y dijo: “Ahora entiendo que de veras Dios no hace diferencia entre una persona y otra, sino que en cualquier nación acepta a los que lo reverencian y hacen lo bueno.”
Entonces, Dios no hace distinción entre las personas que lo reverencian en cualquiera tradición.
He escuchado muchos predicadores llamar estos versículos, “La conversión de Cornelio.” Pero a mí, me parece que más bien es la conversión del Apóstol Pedro, porque él dice “Ahora, recién, entendí que Dios no hace diferencia entre una persona y otra. Recién entiendo.” ¡Es su conversión! Versículo 10.2 dice que Cornelio era una persona piadosa, sin bautizarse todavía. Hay más, “Junto con toda su familia, adoraba a Dios.” Más, “También daba mucho dinero para ayudar a los pobres judíos.” Hay otro más,“Oraba siempre a Dios.” Entonces ¿cómo vamos a llamar este historia la conversión de Cornelio? A Pedro, sí. Pedro tenía que decir, “Ahora, entiendo que Dios no hace diferencia.” ¡Pedro está convirtiéndose en un verdadero predicador de Jesucristo!
Creo que un misionero o predicador bien preparado nunca puede entrar en otro país o en una cultura diciendo “¡Arrepiéntanse! Déjense lo que están haciendo. Crean en Jesús!” sin mucha prudencia. Porque dentro de esta cultura hay muchas cosas muy buenas que Dios regaló. Si no, se equivoca como Pedro se equivocó.
Pedro estaba orando, porque no sabía qué hacer con los gentiles. Estaba preocupado si Dios lo acepta a ellos o no los acepta, si hay que bautizarlos o instruirlos en las leyes judíos. Por eso, Dios lo mostró en una visión la sabana llena de animales, y le dijo, “Mata y cómelos.” Pero Pedro dijo, “¡Nunca! ¡Jamás en mi vida he comido cosas impuras o animales inmundos!” Dios le respondió, “Lo que Dios llama limpio, hay que llamar limpio.” Ésta es la duda de Pedro cuando llegaron los mensajeros, los enviados de Cornelio.
Después de la visión, Pedro dijo, “Dios me ha enseñado que no debo llamar profano o impuro a nadie…Ahora entiendo que de veras Dios no hace diferencia entre una persona y otra.” Antes, no entiende todo. No pudo hablar, sino que recién entiende. Es la conversión de Pedro. Este debería ser nuestra postura para predicar. Todos los predicadores que vienen de afuera a las comunidades indígenas tienen que decir, “Ahora entiendo.” Una vez escuché un predicador que vino y dijo, “Ustedes tengan que hacer, esto, esto, y no hagan estas cosas,” según su propia cultura.
Ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor! Ni la cultura dominante. Ni la teología dominante, la teología occidental, de Europa. Muchas veces pensamos que la teología tiene que ser de Europa para que sea verdadera; si no, es estúpida.
Después de la visión Pedro dijo, “Dios me ha enseñado que no debo llamar profano o impuro a nadie…Ahora entiendo que de veras Dios no hace diferencia entre una persona y otra.” Antes, no es él que entiende todo para hablar. Sino que recién entiende. Este debería ser nuestra postura para predicar. Todos los predicadoras que vienen de afuera a las comunidades indígenas tienen que decir , “Ahora entiendo.”
Creo que hay muchas cosas más que podemos hablar de este texto de la conversión de Pedro.